O sea, que en los tiempos que corren, mediando ya el primer tercio del
s. XXI, todavía existen en la moderna y occidental España
ciudadanos libres -algunos incluso peinan canas, se las dan de cultos
y presumen de carrera y cátedra- plenamente convencidos de que hay
dos tipos de medios de comunicación. Por un lado, estarían los medios regidos
por los espíritus del bien, la paz y la justicia, medios éstos cuyo
único fin es proporcionar al vulgo información veraz y objetiva,
medios que no recurren nunca a la manipulación o al sesgo
malintencionado, medios que se gestionan no como empresas privadas con sus balances y sus cuentas de resultados si
no como cándidas y adorables oenegés de la verdad a fondo perdido. En el extremo opuesto, estarían los del otro tipo: los medios de comunicación propagandistas y
sectas adoradoras de belcebúes con rabo, cuernos y espumarajos en
los colmillos, medios éstos consagrados al mal, que manipulan la
realidad u ocultan partes de la misma en aras de intereses espúreos
e inconfesables. O sea, medios que siempre tienen la razón y medios que no la tienen nunca. ¿En serio que todavía existe quien se
traga estas cosas? ¿En el siglo XXI y en un país 'primermundista', o
sea, gente para la que la vida es un 'Star Wars' con buenos que son
muy-muy buenos y visten de blanco frente a otros que visten de luto y
habitan el lado oscuro?
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"La Libertad Guiando al Pueblo", óleo sobre lienzo de Eugène Delacroix (1830) |
Verán. España es un hábitat -hay quien equivocadamente lo llama una cosa
que nunca ha sido hasta hoy, país- en el que la inmensa mayoría de
aborígenes estamos incapacitados para hollar la realidad de otra
forma que no sea esta simplona y perpetua dicotomía. La política,
el deporte, la cultura, la sociedad misma... todo es un interminable
remake de 'Star Wars', un gigantesco tablero de ajedrez en el que la
primera persona de singular ocupa por defecto -nunca mejor dicho- el
escaque blanco de la reina de blancas. Nunca de negras. Negras, no.
Negras, caca. Y somos así no porque queramos -que haría falta ser
gilipollas querer tal cosa- sino porque padecemos un mal exclusivo.
Muy nuestro. Una ceguera crónica y endémica que es, además,
curiosa de cojones: una ceguera de un solo ojo. Todos los españoles,
excepciones a parte, somos ciegos de un ojo de los de ver. Los que no
ven por su ojo derecho suelen tener el izquierdo hipertrofiado hasta
tal punto que pueden detectarlo absolutamente todo (el mínimo
movimiento, las más sutiles tonalidades, cualquier tamaño y
forma...) siempre y cuando proceda del lado izquierdo. Recordemos que
su lado derecho es ciego, inútil. Los otros, por el contrario, son
ciegos del ojo izquierdo y se comportan exactamente como imágenes
especulares de los anteriores. Igual pero al revés. Esto es, sólo
ven hacia el lado derecho con su ojo derecho y lo ven todo de ese
lado con extrema agudeza y nada del zurdo. Luego, para dar de comer a
parte, están los bichos raros (los que ven por ambos ojos o los
ciegos de los tres, por poner dos ejemplos), que carecen de significación en
cuanto a número e importancia relativa. Según los dos grandes
sectores dominantes, estas rara avis "ni son españoles ni son ná".