En 1973 un informático llamado Richard Bandler y un psicólogo llamado John Grinder, dos jóvenes investigadores de la Universidad de Los Ángeles (California, EE.UU.), se propusieron averiguar cómo las personas que eran sobresalientes en un campo determinado conseguían excelentes resultados muy por encima de los obtenidos por otros colegas. Lejos de tratarse de una simple curiosidad, Bandler y Grinder pretendían extraer de su análisis un modelo que fuera reproducible, imitable y que facilitara a todos la obtención de resultados similares. De este modo el camino hacia el éxito se podría enseñar, podría ser aprendido y, por lo tanto, estaría al alcance de todos. Hoy en día aquellos jóvenes estudiantes son conocidos como los padres de la Programación Neurolingüística ó PNL (en inglés NLP), un modelo de cómo la mente humana procesa la información obtenida desde la experiencia con innumerables aplicaciones prácticas en la consecución de las metas que uno se propone en la vida.
Inicialmente, las primeras aplicaciones de la PNL recayeron en el campo de la psicología y de la pedagogía donde se manifestó como una excelente herramienta en terapias para la superación de fobias, el afrontamiento del estrés o el aprendizaje. Actualmente,
su práctica se está extendiendo en ámbitos tan dispares como el mundo empresarial, la comunicación, la economía o el deporte. Su eficacia demostrada en entrevistas personales, en la gestión de conflictos y en la motivación de equipos de trabajo convierten a la PNL en un recurso valiosísimo infrautilizado por quienes la conocen pero lamentablemente todavía desconocido para la mayoría.
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"Las Tres Esfinges de Bikini", cuadro de Salvador Dalí, 1947. |
Mucho más a menudo de lo que desearíamos las cosas no suceden como las habíamos planeado y episodios inesperados pueden obstaculizar el desarrollo de nuestros planes. Cuando nos encontramos ante una situación difícil solemos abrumarnos mentalmente con los aspectos negativos de la misma. Es una reacción inmediata, inconsciente e involuntaria que podemos reconocer ya que asaltan nuestro pensamiento preguntas del tipo “¿por qué?”, “¿por qué tuvo que suceder?”, “¿por qué a mí?” y cosas por el estilo. Este tipo de preguntas nunca obtienen respuestas y no por ello dejamos de volver a hacérnoslas cada vez que nos insatisface la realidad. Por si fuera poco, el tiempo termina por absolver a aquellos a los que nos habíamos apresurado a prejuzgar como presuntos culpables de nuestros males y que, curiosamente, nunca somos nosotros mismos.
Pues bien, para la PNL este tipo de pensamientos son, además de negativos, absolutamente improductivos en cuanto a que no hacen otra cosa sino hundirnos más en nuestras preocupaciones y constituyen el principal escollo que deberemos salvar primero para superar la situación difícil en que nos encontremos y, segundo, para minimizar el riesgo de volver a sufrirla en el futuro. Estas primeras reacciones, por naturales y lógicas que sean, nos restan capacidad para resolver y no nos aportan nada positivo. Si en lugar de estos “porqués” nos preguntamos el “cómo” hemos llegado a ese resultado, impulsamos nuestro propio pensamiento hacia el aprendizaje y asumimos de manera sensata que las soluciones están en nuestras propias manos.
La PNL es una potentísima herramienta de autoconocimiento en la cual no existe la palabra fracaso. A lo que habitualmente llamamos fracaso no es más que un resultado inesperado de nuestras propias acciones. Si este resultado no es lo que deseábamos, entonces deberíamos cambiar nuestro modo de actuar.
“Si continuas haciendo lo mismo, seguirás obteniendo lo mismo. Y si esto no sirve a tus propósitos, ¡¿a qué esperas para hacer otra cosa distinta?!”
Continuaremos hablando de la PNL en próximas entregas (vol.2). Mientras tanto puedes encontrar más información sobre PNL en los siguientes enlaces:
Ø La Web:
Ø Bibliografía:
Ø Blogs:
o Edukare
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