Esta mañana, a eso de las once del mediodía, han decidido mis adorables vecinos del entresuelo lo que toca y lo que no toca. Y a los habitantes de las restantes 5 plantas del bloque (y al barrio entero y alrededores) nos tocó jodernos, resignar la mañana, dar por perdido el domingo y hemos visto, ya de paso, considerablemente mermada la fe en la especie humana que manifestábamos en el anterior post. Un simple gesto, clic, y se fué todo a la mierda. Ya ven qué fácil es destruir o, como dirían algunos snobs, desaprender.
A mis adorables vecinos del entresuelo les debió parecer que la mañana era un fiel reflejo de sus propias personalidades y de sus propias existencias, es decir, algo vacío, insignificante, insustancial y tedioso. Me los imagino asomándose a la ventana por la mañana temprano: el sol radiante, elevándose desde el mar y llenando de colores y reflejos la mañana mediterránea, y una discretísima brisa de levante dando la temperatura 'al dente' para un perfecto domingo. Me los imagino viendo esta escena por la ventana y diciéndole la una al otro: "Jhony, churri, pon algo de música, anda". Como repentinamente iluminados para enmendar a la mismísima 'Madre Natura'. Como sintiéndose obligados a llenar los vacíos en plan performance: puertas y ventanas de par en par, altavoces en el alféizar... no sé si me explico.
"Rocas al Borde del Mar", de Paul Gauguin (1886), óleo sobre lienzo actualmente expuesto en el Konstmuseum de Goteborg. |