Qué enorme placer es siempre
revisitar a los clásicos. De la literatura, del cine, la pintura o
de lo que sea. Pero hoy me ha tocado la fibra un libro. Y me ha dado
por pensar que no es casualidad que determinados trabajos hayan
sobrevivido a los implacables embates del tiempo, al azote de las
críticas, al cambio de las modas en el vivir y en el pensar. Algo
tendrán que les hace perennes. Vamos, digo yo. No habrán vencido a
sus competidores coetáneos, no habrán empatado fuera de casa -e
incluso ganado alguna que otra vez por goleada- a los que han
arribado a posteriori con nuevas obras de nuevos tiempos por una
vulgar cuestión de azar. Todos tenemos alguno: Dickens, Apollinaire,
Chéjov, Delibes, Twain... Y es que hay libros que, superiores a las
modas, valen para toda época. Que, a pesar de los lustros, siguen
conteniendo actualizadísimas lecciones sobre la vida y sobre la
naturaleza humana. Sobre lo mejor y lo peor del mundo que hemos
creado. Hay autores universales que, desde el pasado, siguen
dispuestos a hablarnos de nuestro tiempo, del ahora y sus
protagonistas, mejor incluso que la abundante cordada de actuales
escuderos del mercado. Y con más categoría, dónde va a parar, y honestidad y educación.
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"Sin Pan y sin Trabajo", óleo sobre tela de Ernesto de la Cárcova, 1892. Expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) Buenos Aires, Argentina. |