El otro día un amigo mío se enteró de que un servidor se había abierto un blog y me dejó un comentario en uno de los post. Como no he consultado con él al respecto de mencionar su identidad en público; como lo que sobran en el mundo son conflictos chorra; y como él mismo ha firmado con tal pseudónimo, me referiré a él como Félix. Pues bien, Félix es uno de esos amigos que quisieras tener a mano en todo momento y que te hacen aborrecer todas las circunstancias que te alejan de él. Hubo un tiempo en el que, en larguísimas conversaciones al salir del trabajo, Félix y yo arreglábamos el mundo y lo sanábamos de sus peores males. Unas veces compartíamos bando en la batalla, codo con codo. Otras, nos veíamos la cara de frente defendiendo remedios con diferente bandera. Pero estas charlas siempre eran, en cualquier caso, un placer. Un enorme placer. Y de hecho lo siguen siendo aunque, por desgracia, con mucha menor frecuencia que antes.
![]() |
"Círculos dentro de un Círculo", de Wassily Kandinski (año 1923) expuesto en el Philadelphia Museum of Art. |
Uno reconoce que está conversando con un amigo de los de verdad por tres señales inequívocas. Primero, porque durante el diálogo vas alternando momentos de monólogo -que no es excatamente lo mismo que soliloquio- con otros de paciente y respetuosa escucha activa. Segundo, porque se transita desde lo personal a lo laboral, desde lo civil a lo militar o desde lo divino a lo humano sin pedir disculpas ni permiso, sin solución de continuidad. Y lo mismo se empieza hablando de las últimas novedades de los sobrinos, de la inflación argentina o de la receta del vitel tonné, que se termina con el conflicto vasco o el último partido del Celta de Vigo. Y fluye la cosa de aquí para allá como si fuera lo más natural del mundo. Y el tercer signo, decíamos, que evidencia que la conversación es entre amigos de los de verdad, es que ninguno pretende convencer al otro cuando su opinión o ideología no es compartida. Porque a un amigo se le acepta y se le quiere por lo que es. Y no hay, por lo tanto, necesidad alguna de hacer de él un correligionario converso, de someterlo a nuestra misma doctrina. El placer no radica en un final con vencedores y vencidos. Radica en disfrutar de la compañía, de la dialéctica, de la conversación en sí misma. Y en aprovechar estas ocasiones regaladas por los amigos para contemplar el mundo a través de otros prismas, para desentrañar el funcionamiento de otras lógicas, para conocerlos más si cabe. Y todo esto, que un amigo como Félix te lo regala a cada momento, no se mide por su precio sino, como todas las cosas que hacen que la vida merezca la pena, por su valor incalculable.
Por eso, amigo Félix, me sabe a muy poco tu comentario en mi post sobre el 15M. Porque los dos sabemos que, en otros tiempos, un tema con tanto jugo nos hubiera servido de excusa para ocupar un par de horas o tres alrededor de unos vasos de albariño o un café con alfajores, según la hora y el humor. Y por eso me sentí insultado al enterarme de repente, hace apenas unos minutos, que la réplica que te estaba preparando excedía bastante un límite de 4.098 caracteres. Y me he dicho hay que joderse, no ha nacido el cabrón que ponga márgenes a una charla con mi amigo Félix. Así que a falta de huecos en las agendas, sin reserva de mesa como estamos, estimado Félix, y con los kilómetros canallas que nos separan, no se me ocurre mejor sucedáneo que un post entero que te dedico.